Le costó demasiado romper el cero ante un Gimnasia muy defensivo. Trezeguet, otra vez, fue la llave.
![]() |
Lo intenta Leonardo Ponzio, lo intentó River, pero Gimnasia se metió atrás |
La bruma que envuelve este estadio cargado de corazones agitados es la misma que devuelven once jugadores sobre el verde césped. Es un River gris, opaco, el que se pierde en su propia neblina futbolística. (Estuvimos en la cancha)
El que va al frente, contra viento y jujeños, pero se ahoga en la marea
de piernas y cabezas programadas para defender en el área rival. El que
busca el gol con desesperación, pero sin un gramo de iluminación. El
que hace de su fútbol un padecimiento masivo en esas tribunas que se
encomiendan a Dios. Al Dios francés, claro.
A ese futbolista divino que baja una pelota que minutos antes parecía imposible en el área de Satanás Páez. Y cuando la noche se le venía encima al Monumental, Trezeguet hace posible el milagro. Y logra que los fieles millonarios vuelvan a creer antes de reventar de tanto sufrimiento.
Y
sí, es un auténtico guiño del cielo lo que sucede en Núñez, igual que
le había dado el 0-0 de Instituto ante Brown de Madryn por la mañana. No
porque River no haya merecido ganarle a Gimnasia de Jujuy, un equipo
que ya había adelantado que vendría hasta aquí con el micro delante de
su arco y hasta con algunos de los cerros que decoran su Norte.
Es un milagro porque River volvió a jugar mal.
Porque necesitó de un error de Cavallotti, que saltó con los brazos
caídos, para que David empujara la pelota al gol. Porque regaló un
tiempo y medio, volviendo a probar con el 4-4-2, prescindiendo del 3-4-3
que tanto había impresionado frente a Instituto, el que Almeyda archivó
tras el 1-1 con Aldosivi. Porque en 32 fechas el técnico aún no
encontró el funcionamiento ideal y los partidos cada vez se le hacen más infartantes, si se quiere utilizar la palabra que empleó Almeyda para describir lo
que significaría jugar la Promoción. Porque River no resuelve
fácilmente sus encuentros. Pero... ¿Qué le van a decir a esos hinchas
que explotan cuando el flojo árbitro Ceballos marca el final? Festejan,
se abrazan, como alguna vez lo hicieron en cada uno de los 33 títulos
que ostentan las vitrinas de Udaondo y Figueroa Alcorta. Así está River.
Desesperado.
Así
sale a jugar los partidos. Porque ni siquiera cuando intenta manejar
con paciencia la pelota, como en el primer tramo del partido, da señales
de serenidad. Sin Domínguez de entrada, el protagonismo estuvo en los
pies del Maestrico González. Y por izquierda, el venezolano
generó algo de música, con Juan Manuel Díaz como segunda guitarra. De un
tiro libre suyo llegó el cabezazo del uruguayo que Cavallotti atajó en
forma espectacular. Sin embargo, la más clara en el primer tiempo la
tuvo Cavenaghi que quiso definir a colocar, mano a mano con el 1 rival, y la mandó afuera.
A
esa altura, Ramiro Funes Mori debió haber sido expulsado por dos faltas
a Magno que Ceballos no cobró. Pero el partido siguió. Ocampos
reemplazó a un irreconocible Sánchez y le dio más vitalidad al medio. Pero no aportó fútbol. El Maestrico
, ya menos enchufado, tampoco. Entonces, el destino quiso que Domínguez
recuperara su lugar luego de que Cavenaghi se lesionara tras un disparo
cruzado que tapó Cavallotti. Y que por fin se ubicara como delantero,
el puesto que mejor le sienta. Y cuando los jujeños cada vez jugaban más
acurrucados contra su arquero, el Chori metió el centro exacto. Y Trezeguet, esa cabeza brillante. Y River ganó. Porque Cirigliano y
Ponzio trataron de equilibrar en el círculo central. Porque más tarde,
ninguna de esas faltas bobas cerca de su área fue capitalizada por la
torre Delorte. Y eso que hubo algunas torpezas atrás. Hasta pareció
penal un agarrón al grandote. Pero los visitantes ¡no patearon una sola vez al arco! Ahora, toda la presión es de Rosario Central. Al menos, hasta el próximo parto.
Fuente: Clarín
Fuente: Olé
No hay comentarios:
Publicar un comentario